Santo Domingo, 22 de septiembre de 2025.– El apagón que paralizó el Aeropuerto Internacional de Las Américas José Francisco Peña Gómez (AILA) el pasado domingo no solo dejó pasajeros varados y vuelos interrumpidos; también desnudó la fragilidad de la gestión de Aeropuertos Dominicanos Siglo XXI (Aerodom), empresa concesionaria bajo control del grupo francés VINCI Airports.
La falla, originada en una seleccionadora eléctrica a las 9:18 de la mañana, provocó un colapso sin precedentes: treinta vuelos afectados, dos cancelados, nueve desviados y 19 retrasados. A esto se sumaron escenas de indignación: pasajeros desembarcando por escaleras bajo el calor, equipajes manipulados manualmente, baños sin agua y una terminal sumida en el desorden.
Una empresa que presume modernidad, pero muestra precariedad
Aerodom ha invertido millones en remodelaciones y cobra tarifas internacionales que sitúan al AILA entre los aeropuertos más caros de la región. Sin embargo, el apagón reveló la ausencia de sistemas de respaldo confiables, protocolos de crisis ineficaces y una desconexión entre el discurso corporativo y la experiencia real de los usuarios.
Para una compañía que opera con concesiones estatales y que controla la principal entrada aérea de República Dominicana, resulta inaceptable que un fallo eléctrico convierta al aeropuerto en un caos que afecta a miles de personas y daña la reputación del país ante turistas, diplomáticos y viajeros de negocios.
La magnitud del colapso exige más que disculpas. Se requieren auditorías independientes, sanciones claras y compromisos concretos de inversión en infraestructura crítica y planes de contingencia. La responsabilidad de Aerodom va más allá de mantener operaciones; implica salvaguardar la imagen de República Dominicana como destino turístico y de negocios.
El apagón del domingo no es un incidente aislado, sino un síntoma de negligencia estructural. Mientras Aerodom se promociona como parte de una red internacional de excelencia, la realidad es que miles de pasajeros fueron testigos de un aeropuerto paralizado por la falta de previsión. El país no puede permitirse que la empresa concesionaria continúe operando sin rendir cuentas claras y sin garantizar que la oscuridad de Las Américas no vuelva a repetirse.

